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¿QUÉ ES UN MONSTRUO?

Persona que en cualquier actividad excede en mucho las cualidades y aptitudes comunes

Del lat. monstrum, con infl. de monstruoso.

EL MONSTRUO DEL TATUAJE: SANTIAGO RODRÍGUEZ

 

Estudiamos juntos hasta quinto de primaria. El mismo barrio, las mismas enseñanzas. Tal vez fueron las oportunidades las que no fueron iguales. Estando más grandes coincidimos de nuevo. Su cara no cambió mucho y por eso lo recordé. Cuando supe que estaba en la cárcel quise saberlo todo. Después de varios intentos, de planear mi visita hasta Buga, Santi salió.

Este año el reencuentro con mi amigo de primaria por fin se dio. Tres horas llenas de historias de toda una vida, dieron la siguiente que es su historia.

 

***

En la bodega de un bus intermunicipal, dos maletas y un equipo de sonido escondían 17 libras de marihuana extraídas de las fértiles montañas de Corinto en el Cauca colombiano. Los dueños del equipaje ya habían recorrido una hora y media, hasta que la detención fortuita del bus a la altura del municipio de El Cerrito, Valle del Cauca selló el juramento de que aquel sería su último viaje. Dos requisas con un canino antinarcóticos expusieron el secreto.

El cuadro dejó a los pasajeros en un silencio profundo, nadie admitía el pecado. Mientras tanto, las autoridades trataban de imputar al conductor, quien, en medio del desespero y el llanto, negaba su relación con el crimen. Cuando recordó la existencia de cámaras de seguridad en el bus, pudo demostrar su inocencia. Los vídeos revelaron a los culpables, Tago y su novia. No fueron suficientes las quinientas mil razones que tenían para que los dejaran libres.

 

Los llevaron al CAI del Divino Niño en Buga, donde durante un mes y medio vivieron encerrados. El encargado de dictarle cartilla para sobrevivir en la cárcel fue un tipo llamado Guayo quien, entre otras cosas, le recomendó, no fiarse de nadie, no prestar ni pedir plata, no robar, olvidar a los amigos y a la familia, no contar mucho de la vida y mentir acerca de ella cuando fuese necesario. Le dejó enseñanzas y le enseñó también caletas. Como guardar en un tubo de crema dental dinero muy bien enrollado y forrado en plástico, o aprovechar la base del trapero para amarrar en ella elementos pequeños.

 

 
A puertas de Casa Blanca

 

En las perreras de la cárcel de Buga, Tago se hizo amigo de un duro, le decían Lepra. Cuando ingresaron al patio 3, La Pluma --el primero al mando del patio-- los recibió con Chicha, el trago de la cárcel. Pero rápidamente trasladaron a Lepra a máxima seguridad y Tago pasó una semana en la celda de la Pluma, durmiendo en el piso, al lado del inodoro. La suerte la tuvo cuando en el patio 6 compartió la celda 8 con Franco, un viejo amigo de Guayo.

 

La relación con su mamá y su hermana se había deteriorado por su gusto al rap y a la vida en las calles. La cárcel la terminó lapidando del todo. Después de pagar tres meses de condena su novia salió. Lo visitó en Buga seis veces y pronto terminó enamorándose de otro. Tago estaba solo y seguía encarcelado. Gracias al arte mantuvo la moral, se mantuvo con vida. Desde pequeño Santiago recuerda que sobresalía en el colegio por sus capacidades creativas. De joven, los grafitis y la composición de letras de hip hop ratificaron su talento artístico. Al estudiar por un tiempo diseño gráfico, conoció a Miguel Pirela, su amigo en las buenas, en las malas y, sobre todo, en las peores.

 
El beso de Judas

Tago empezó irónicamente a vender marihuana entre los muros. En el día comercializaba. En la noche, cuando su mente maquinaba recuerdos y estupideces, dibujaba y componía versos. A sus compañeros les aseguró que sabía tatuar. Aquellos que veían sus bocetos le compraban la idea. Santiago quien solo había practicado dos veces en la piel de un cerdo jamás había rayado en la piel de humano.

 

Cuando el antiguo tatuador quedó libre le cedió su maquina. Aun cuando era arcaica funcionaba, pero a medias. Tago confió en sus capacidades e intentó plasmar sus primeros trazos en un compañero que le había casi rogado que lo hiciera su primer cliente. La obra maestra que el hombre eligió fue un beso. Al termino de dos horas, el que debía ser un tierno diseño, tomó la forma de un órgano reproductor femenino. Traicionado por su propia habilidad Tago fracasó y desde entonces su primer cliente lo llevó en la mala para siempre.

 

Había perdido la confianza de todos, pero no la de sí mismo. Al rolo en otras ciudades le dan palo, pero en una cárcel extranjera le tiran a muerte. En ese momento decidió usar como lienzo su propia coraza, todos los días esbozaba y creaba. Algunos internos eran osados y se arriesgaban prestando su piel como ratones de laboratorio.

 

Otra sucursal del cementerio de  los vivos

 

Irrumpiendo con la rutina de la cárcel, en una ocasión un arreglo de cuentas de enemigos llevó a Casa Blanca a una gran batalla. Tago estaba atento al circo, no quería líos. De golpe vio a un hombre correr por su vida. La muerte ya estaba destinada. Ese día el hombre se salvó de los cuchillazos pero cayó desde el tercer piso de espaldas y murió. Todo el patio se había volteado. Los guardias sacaron en urgencia a un grupo de internos por la gravedad de las puñaladas y los golpes, incluido Santiago. Él no estaba herido pero se fue de colado. Con tanta suerte que fue trasladado de una vez a Bogotá.

 

Nunca había montado en avión. Entre la emoción y la conmoción se subió. En medio del cielo, donde podía sentirse libre seguía atado. Tago aterrizó en la cárcel de La Picota. Unas cortas vacaciones le esperaban en el patio 9 de la estructura ERON. Era una visita de tránsito por un par de crímenes que había cometido en la capital y por los que tenía procesos por responder.

 
Laboratorio Colombia

 

Mientras patinaba por el patio, es decir, mientras caminaba en círculos por allí, lo reconoció España un amigo de su hermano mayor.  Tuvieron la típica conversación tras mucho tiempo sin hablar; España se entristeció cuando Tago le narró la muerte de David, su hermano, en un accidente de moto. Los lazos de la amistad que una vez existieron continuaron en la que apenas empezó a surgir entre ellos. Tago por fin escuchaba conversaciones con su léxico, su cuerpo de nuevo sentía el helado frío de la capital, se sentía como en casa pero sin estar.

 

Las que serían unas semanas, se convirtieron en seis meses. Tago no tenía afán de volver a Buga. En su nueva rutina, no dejó atrás su trabajo de jibaro. Tampoco dejó de lado el gusto por tatuar. Mantenía el dilema entre sobrevivir o vivir. Vivía por el arte y sobrevivía con la droga. Fue en La Picota dónde cogió más cancha, afianzó el pulso y encontró su propio estilo.

 

Aficionado por el rap, fundó el colectivo Laboratorio Colombia junto a otros raperos de la cárcel. Tiraban freestyle en los patios, y fueron consolidando letras con critica social, introspección y memorias. El grupo se volvió tan popular que muchos tatuaron el nombre en sus cuerpos y ahora hace parte de la cultura del hip hop de varios centros carcelarios de Colombia.

***

En otra estructura pero en el mismo complejo penitenciario, los artistas hablaban acerca de David. Como el pionero, como el del legado. Nos habíamos cruzamos una vez en La Picota, pero para esa época no conocía de su labor. Tenía rastas y las acompañaba con una larga barba. Estaba tocando rock en el patio 1, tocaba el bajo. Era el ultimo toque en la que fue su casa por casi tres años. David atiborró los pasillos y patios de la cárcel de acordes, melodías y poemas. Transformó la vida casi perdida de varios internos.

 

Es artista de la vida y fue artista en la cárcel. Es elocuente y crítico con sus ideas. Ya no tiene rastas, las enterró al salir como parte de una promesa que se hizo a si mismo. Lee a Mario Mendoza. Le gustan los dulces. Para los deportes es malo. La cárcel le pasó factura, y ahora sufre de claustrofobia. A veces se convierte en un ser  agresivo, al que no le gusta andar solo. Pero también es risueño y cuenta con orgullo los logros que  pudo cultivar en el concreto. A David el arte le dio libertad. No ha salido pero al menos ya no está encerrado.

EL MONSTRUO DE LA MÚSICA: DAVID LARA

 

-¿Por qué estuviste en la cárcel?

 

--Yo estuve allá porque estaba hackeando bancos extranjeros. Soy ingeniero de sistemas  de la Distrital y aunque eso no lo aprendí en la universidad, robaba datos de muchos bancos en todo el mundo y se los vendía a bandas de tarjeteros, y yo ganaba por lo que se hacían. No lo hice por mucho tiempo, obviamente eso fue una mala decisión y me llevó a enfrentarme a un proceso. El tiempo que estuve allá fueron 33 meses. Caí en marzo del 2016 y salí el 28 de diciembre del 2018. Aunque aún no estoy en plena libertad porque tengo restricción en la casa, pero con ciertos permisos.

-¿Y por qué lo hiciste?

 

--Por dinero. Nunca antes había delinquido en nada. No fue una decisión de un día para otro. Yo tenía una empresa de tecnología, tenía unos proyectos muy grandes y esperaba mucho dinero y no llegó. Yo sabía que unos conocidos hacían cosas por ese estilo. Sabía que yo lo podía hacer, y así me cuadraba con las deudas y me relajaba. Sé que no es justificación, pero todo eso me llevó a tomar esa decisión.  Cuando  llegó plata la primera vez, fue mucha. Me quedé por ambición y  por estupidez. Recibí mucho dinero, pero después me gasteé más en todo el proceso.

-¿Cómo es llegar a la cárcel?

 

--Te  enfrentas al peor miedo que puedes tener.  Es un lugar donde no existe nada normal, donde el ser es un objeto que a nadie le importa. Apenas llegas te quitan el nombre. Te rapan, a mi hasta la barba me quitaron. Supuestamente es por salubridad, pero el efecto que realmente tiene, es que terminas convirtiéndote en un ser que ni siquiera se parece a lo que eras.  Te conviertes en un ser lleno de miedo, de desesperanza y de tristeza. Esa tristeza que cuando llega nunca se va. A mi nunca se me fue. Habían momentos más tristes, como en las mañanas, pero  siempre estaba el sentimiento, incluso te ríes porque ya te adaptas, pero la tristeza no se va.

- ¿Y en qué persona te convertiste?

 

--Todos los que llegamos allá nos convertimos en seres que destruyen.  Destruimos nuestra familia, nuestros sueños, los planes, la mayoría de nuestra vida. Allá te conviertes en un ser que si tenías empatía, la pierdes totalmente. Estaba lleno de miedo. Pero me fui acoplando, me fui quitando el miedo, eso me dejaba pensar en otras cosas. El único valor mío fue tener la fuerza de transformar todo  lo que me pasaba allá en algo favorable, transformar toda esa mierda en arte.

- ¿Cómo fue ese proceso de transformación con el arte?

 

--El arte siempre ha sido muy importante para mí. Empecé a haciendo jarrones de papel en el patio. La primera vez que pude salir del patio fue por mi compañero de celda de esa época, era un chileno. Él trabajaba en la biblioteca y me inscribió en un taller de fotografía que daba la fundación Salazar Arango. Con la fundación también monte dos obras de teatro que tenían alusión a la ‘Divina Comedia’ pero de la cárcel, una se llamó Dante Penitenciario y la otra Círculos Infernales.

Después me di cuenta que en la biblioteca habían lienzos, oleos, también había una guitarra eléctrica, un bajo, habían tambores, flautas. Todo estaba empolvado, sin servir para nada.  Entonces prácticamente le rogué a la encargada de cultura, a Nubia, para que me dejará probar el bajo. Ella aceptó y ahí empecé a ayudarla con más cosas, ahí dije voy a hacer una banda de rock, porque por lo general, el rock tiene una connotación contestataria. Nació Escuela de Rock, y planteé todo como un taller de música, entonces entro mucha gente, hicimos un  recorrido aprendiendo la historia del arte, teoría musical, ejecución, instrumentos y ensamble.

 

-¿Cómo le fue a  Escuela de Rock?

 

--Habían días donde no quería hacer nada, decía que hijueputas de que sirve si sigue la misma mierda, si es una bobada. Mi prioridad era que se creara y se hiciera arte, y que fuera real. Entonces pensaba que las personas que estaban haciendo eso conmigo se transformaran de verdad y amaran el arte, entonces cuando no pasaba eso con una alguien me daba mucha tristeza. Sin embargo, yo seguía trabajando. Una vez un compañero me dijo grábeme, yo quiero que mi hija vea que yo no solo soy bueno para robar, eso me motivaba.  Después, empecé a escribir canciones, los muchachos se comprometieron mucho y nació Abolición, que es a mi parecer una de las cosas más bonitas que pude hacer allá. Nos llevaron a tocar en la plaza de Bolívar, todos nos felicitaban hasta los guardias nos aplaudían. También se formaron otros grupos, de hip hop, de cumbia, de vallenato.

-¿O sea que dejaste de aprender y empezaste a enseñar?

 

--Sí, empecé a generar conciencia de que lo que estábamos haciendo no era perder el tiempo, no era por pasar el rato. Lo que estaba haciendo era llevar un proceso de verdad, el arte genera muchas cosas, te convierte en un ser disciplinado, en un ser de construcción. Allá te llaman por el delito. A mi me decían hacker y al final me decían profe.

-¿Cómo hacías para que se interesaran , te ayudaron en la cárcel?

 

--Yo hice convocatoria en todos los patios, puse letreros con líneas para que se inscribieran, luego revise quienes no estaban descontando  y los empecé a llamar de a pocos. Miraba cuales sí tenían actitud de participar y cuales no, el arte se tenía que convertir en una prioridad, por encima de todo lo que estaban haciendo. Nubia también permitía que las cosas se hicieran, ella es buena y no hace parte de la corrupción.

 

-¿Quiénes son corruptos?

 

--La guardia, ellos son delincuentes iguales a nosotros, no peores. Pasaban muchas cosas de corrupción, es un sistema calculado y sin escrúpulos. Te pueden cobrar por adquirir comida, cama, procedimientos judiciales a los que tienes derecho y  que necesita, por asistencia médica. Hasta para poder participar en una actividad de descuento. Muchas veces me rompían instrumentos y lienzos, a veces no nos dejaban ensayar.

-¿Qué es para ti la resocialización?

 

--Es como volver a la persona empática, es como volver a la persona con deseos de conseguir todo por encima  del que sea, de ejercer su libertad pero respetando la libertad de los demás y  que pueda vivir en sociedad. Una persona que supuestamente pierde todo eso, no puede vivir en sociedad, por ejemplo yo se que nunca he sido un ser asocial.

-¿Crees que los privados de la libertad se pueden resocializar?

 

--Yo pienso que la cárcel, en Colombia, como está, no sirve para nada. Es contraproducente para la sociedad, te conviertes en un ser que empieza a perder la empatía por el dolor ajeno, un ser que se llena de rencor, porque lo único que hace la cárcel  es vengarse de lo que hiciste. Pero, la venganza nunca lleva a nada más sino a más deseos de venganza. Además, como no es perpetua no sirve. Si te quedaras allá todo el tiempo pues bueno, pero no, todos los días sale gente también. Una persona que sale de allá, sale dañada y enfrentada a estigmas y a cero oportunidades.

-¿Entonces los programas no sirven?

 

--No. primero tienen que cambiar todo, los programas de resocialización que hay son puras estupideces. Solo sirven para justificar algo que están haciendo pero que no lo hacen. No impactan en nada ni generan ningún cambio. Todo el sistema lleva a que nadie se resocialice sino que se convierta en alguien peor, y que si no era un ser asocial, se convierta en uno. Las cosas de psicología las hacen practicantes que terminan ennoviadas con internos, chicas que en realidad no saben que están haciendo, o ponen una película y luego preguntan, cómo o qué piensa de eso?, es no sirve para nada.

-¿Cómo deberían ser los programas para resocializar? 

 

--Yo cambiaría todo. Primero tienen que hacer un diagnostico sicológico real de cada persona que llegué allá, porque los meten a todos en el mismo costal, y una persona que pudo cometer un delito menor lo meten al lado de un poco de paramilitares, de  asesinos, al lado de violares, le tienen que hacer una diferencia no solo por el delito, sino también por la estabilidad sicológica que tiene la persona, entonces ahí si se puede ver si esa persona es asocial.

 

Luego todos los programas de psicología y de trabajo social, deberían estar enfocados a lo que realmente necesita cada persona, que en realidad la persona se de cuenta de que hay formas de cambiar su vida, que realmente lo puede hacer y que puede salir de los círculos que lo llevan a destruirse más. Decirle, no, usted no es una basura, usted no es un desecho de la sociedad. Sino, usted es una persona que puede crear y hacer lo suyo, puede transformarse, puede ser algo favorable. Ese es el efecto que tienen que tener realmente.

-¿Y el arte, te resocializó?

 

--Yo creo que el arte me transformó, y creo que el arte me salvó la vida. De hecho yo creo que yo le debo mi vida al arte. Mi propósito ahora es enseñarlo, de hecho voy a entrar a la universidad, quiero entrar a estudiar artes visuales en la Academia de Artes Guerrero.

-¿Cómo cambió tu forma de ver la vida y las cosas?

 

--Ahora creo que no importa todo lo que se supone que tenemos que conseguir, no me importa el trabajo, la plata como tal, los lujos. Todo lo que gano ahora lo gasto en instrumentos y antes no veía la vida de esa forma, todo lo que había conseguido lo perdí en un segundo, no tenia nada, incluso hasta las personas, porque a veces uno se centra mucho en una persona y en realidad uno deber preocuparse por ser feliz y quererse uno mismo.

 

 

-¿Qué consejo le daría al David Lara de 26 años, al que estaba hackeando bancos?

 

--Yo le diría que siguiera lo que le dice su corazón que haga y no lo que le dicen los demás.

 

***
El buen hijo vuelve a casa

 

Tago no llegó a improvisar. Al regresar, sentía el aire de la ciudad milagrosa diferente. Su plan de vida era más claro. Compró una celda en setecientos mil pesos, con la plata que ahorro de su trabajo en Bogotá. Eligió siempre a sus compañeros de pieza y así estuvo más tranquilo. Lo seguían llamando Tago pero por el amor a sus raíces se convirtió en Bogorap. Los muros y barrotes aguardaban crueldad, miseria y miedo. Pero en las ruinas siempre podía nacer un tesoro. Sus compañeros le dieron una segunda oportunidad. Acompañado de  aguja y tintas, pintó nuevos cuerpos, nuevas líneas. Todos lo veían, era de verdad un artista.

 

La ambición rondaba las puertas de su celda, pero Tago se envolvía cada vez más con el arte. A veces hasta pecaba y le fiaba los diseños a los más parceros. En otra de las fugaces volteadas del patio, un interno aprovechó que todas las normas se habían caído. Lo tomó por sorpresa, y lo punteo con un chuzo en la entrepierna, muy cerca de los testículos. Casi lo Capa, y todo porque Bogorap no le quería prestar la maquina de tatuar.

 
El padre que la cárcel le regalo

 

Todos los domingos de visita, un hombre mayor le llevaba almuerzo a Chinchen un pelado que se estaba volviendo loco por las drogas y el encierro. Una tarde el hombre llamado James, se le acercó a Santiago y le ofreció comida. El lazo que crearon fue tan fuerte, que incluso el hombre se dejó tatuar de Tago.

 

Doce fueron los tatuajes que le hizo. Cientos fueron los consejos que recibió. El apoyo que muchas veces le faltó por parte de su familia lo encontró en James que por haber vivido en carne propia su situación, lo comprendía. No solo aceptaba sus errores, veía el potencial que Tago había guardado desde siempre y que solo pudo explotar cuando se hundió. Creía tanto en su talento que le compró múltiples veces implementos para tatuar, habló con la guardia y enredó permisos para que lo dejaran hacer su arte. James lucía como un padrino, pero Tago lo sentía como a un papá.

***

 

Me dijeron que si buscaba arte, que buscara en la imprenta. Ese es el único lugar de La Picota donde el mundo vuelve a ser normal. La sensación de libertad está ahí, todo el tiempo. El taller que es bastante grande también es cómodo, silencioso y ordenado. Lo ocupan varias maquinas  y tiene las paredes pintadas con diseños que hizo el mismo personaje que encontré.

 

Nos saludamos y le pregunte si le gustaría contarme su historia. Inmediatamente empezó a relatarme todo, nos sentamos en el pasto y me regalo unas galletas, me hizo reír y me metió en la película que vivió. Lleva mi mismo apellido y a mi me gustaría ver la vida con su misma actitud.

 

EL MOUNSTRO DE LA PINTURA: HERNÁN MARULANDA

 

Haber nacido en Medellín fue un privilegio y una maldición. Casi 6.809 personas fueron asesinadas en 1991 en la capital antioqueña. Para ese mismo año Hernán  terminaba  la etapa más dulce y feliz de su vida, el colegio. Pero la época más difícil y retadora llegaba y  fue crecer en la década de los 90. Con la muerte de Pablo Escobar en el 93, la falsa ilusión de paz llevó a Hernán a estar armado en el infierno todo el tiempo. Nadie era amigo de nadie. Todos la debían, todo era sangre.

 

Sobrevivió a un balazo en el muslo, pero lo que sí le costó fue superar la muerte de Piripi, su mejor amigo. Desde ese evento decidió alejarse del crimen y años después conoció a Diana, la mamá de sus dos hijos, Ian y Ailyn. Montó un negocio de comidas rápidas y también hacia diseños en icopor para fiestas, pintaba murales en negocios y diseñaba camisetas. Empíricamente fue talentoso para el arte, pero mantener una familia era más importante.

 

Tres bocas y un hocico que alimentar. Pintar le reconfortaba el alma pero no le llenaba los bolsillos. Hernán era el segundo de tres hermanos. Los valores en su casa siempre estuvieron perdidos. Eso sumado a la falta de buenas oportunidades llevó a su hermano menor a jibarear. En un día el pelado se hacia lo que a él le costaba el esfuerzo de toda una semana. La necesidad tenía cara de perro, y el paisa la empezó a apaciguar juntándose con su hermano.

 

Se estableció en una licorera y desde allí con la fachada del negocio, vendía marihuana y perico. Ganaba tres millones de pesos más las ligas. Se había ganado la confianza de los jefes porque nunca faltaba a los códigos de ese mundo. Hernán cumplía con las cuentas de sus jefes, no les robaba, tampoco les metía contrabando, es decir, no vendía lo de otros parches ni tampoco metía veneno en los paquetes.

 

Su respeto por todos le hacia creer que no le hacia mal a nadie. Pero pronto la vida le mostraría que al primero al que dañaba era a él mismo. Su estabilidad emocional le estaba jugando la doble, la presión del negocio lo mantenía azarado. Se salió y manejo por siete meses Uber. Cuando se sintió colgado fue débil y volvió a pedir camello.

 

Después de dejar a su hija en el colegio, paseaba a su perro Blue ray por el barrio. Mientras tanto la Policía se encontraba allanando su casa. Lo que parecía una escena de película de acción, convirtió a Hernán en el personaje principal de la cinta. No era para menos, el paisa se había convertido en el administrador de una de las ollas de droga más grandes de Medellín. Los vecinos lo veían arrimándose a la casa y le decían que huyera, que todavía no le habían encontrado nada.


El paisa caminó hasta su casa asustado pero decidido. Se entregó.  Y Con las huevas en el piso, como dicen en su tierra, saludó decentemente al coronel. Del mismo modo le respondieron y para sorpresa de todos la captura no incluyó escenas de violencia. Lo que siguió fue una estadía en el búnker de la Fiscalía de Medellín. Tras sentir por mucho tiempo que lo seguían, que le iban a caer, su paranoia se acabó y pasó las noches encerrado, pero por fin tranquilo.

 

Un día antes de la captura, ya le habían cantado que iban a llegarle, pero él no comió cuento. 2.350 gramos de marihuana equivalen a dos Kilos. Esa fue la cantidad que le incautaron a el paisa y por la que iniciaron un proceso judicial en su contra. Cayó el 3 de agosto del 2017 y ya el 5 de Febrero del 2018 lo trasladaron al patio 3 de la estructura 1 de la cárcel La Picota de Bogotá.

 

Ser el mandamás de un negocio de drogas concede poder, problemas y dinero. En la cárcel de entrada los problemas son para todos. Pero desaparecen con brevedad si se tiene dinero y aún más fácil si se tienen parceros. Hernán entró y no conocía nadie. No tuvo tantos problemas pero le tocó ganarse el respeto, no siendo malo sino buena gente. Nunca abusó del poder que tuvo, más bien nunca fue problemático, pero siempre estuvo rodeado de contratiempos.

 

En marzo pudo entrar a trabajar en la imprenta. Tenía experiencia porque cuando sublimaba los diseños de las camisetas aprendió a usar ese tipo de maquinas. El Paisa alcanzó a conocer a David Lara, porque compartían el mismo gusto por el arte.

 

Sus cuadros eran famosos en la cárcel. Los materiales se los envían en encomiendas con pinturas, pinceles y mecato. Le gustan los colores ácidos y vivos. Es capaz de hacer cualquier diseño pero prefiere hacer lo que le sale y no lo que le dicen. Le costó una pena de 48 meses poder darse cuenta que el arte también es una forma de vida rentable.

 

Su condena no fue tan larga porque al detenerlo le hicieron un mal proceso. Tuvo un buen abogado y estuvo a su favor que el Fiscal y el Juez de su caso lo conocían porque Hernán había sacado de la cárcel a Juan, un parcerito en Medellín que no tenía a nadie pero que siempre lo tuvo a él. Quizás como recompensa la vida le dejo a Blue Ray. Antes su dueño era Juan.

 

El Paisa continúa en La Picota. Vive en el patio tres donde hay unos 900 internos más. Su celda es colorida y evoca esperanza. Ahora piensa mejor antes de hablar, ya no carga con rabia en su corazón. La energía que tiene atrae solo cosas buenas, aun en medio del infierno en el que vive. No habla mal de nadie, no se mete con nadie. A todos los lleva en la buena. Está tranquilo porque acepta que está saldando el mal que hizo. Aprendió el valor de la palabra. Aprendió a respeto y no menospreciar al prójimo.

 

De su familia vive enamorado. La cárcel los unió más. El arte es su alegría, su felicidad. Entiende que para resocializarse el que tiene que cambiar él mismo. Se siente una persona más humana, más fuerte y más segura.

 

-Paisa, ¿Qué consejo le darías al Hernán que estaba jibareando en Medellín?- le pregunto:

 

 --¡Crea más en usted, lo que usted es como persona va a sacar lo mejor de usted!--
 
***

 

Su mejor exposición de arte se llevó acabo en su celda. Completó 42 meses en el encierro atravesando luchas jurídicas, emocionales y sociales. Le descontaron seis meses de su condena por comprobar con sus dibujos, tatuajes y  letras que no perdía el tiempo, que no estaba delinquiendo. Le dieron casa por cárcel. Le faltan 40 meses para estar libre del todo, para no deber nada.

 

El jueves 7 de junio del 2018 llegó a casa de James, su papá adoptivo. Ahí pasó sus primeras noches, se quedó un mes. Nuevamente lo esperaba un viaje en bus. Nueve horas de recorrido para enfrentarse a su nueva oportunidad. Para lograr llegar y cambiar.

 
Vivir para Contarlo

 

Más futuro que pasado fue lo que Tago se prometió al salir. En Bogotá lo recibió Pirela, el amigo más firme de todos. Juntos montaron un local de tatuajes al sur de la capital que bautizaron como Homink. 

 

Estar rodeado tanto tiempo de planes de maldad, de historias de delitos, le dejó la mente enferma. Dejó de confiar en la gente, y no aprendió a perdonar. Se volvió muy extremista, no hay mitad, es o no es.

 

Tago no creé haber perdido. Al final de lo malo también se aprende. Aprendió a tener miedo, aprendió a dominar la droga, aprendió a ver a la persona y no al bandido. Aprendió a hablar claro, a ser concreto. Hizo un máster de paciencia y tolerancia. El karma también le enseñó. Pero su mayor enseñanza fue usar el arte como un arma. En las malas arte, cuando le falte dinero  y llegue la tentación arte.

 

Tiene más de 20 tatuajes, el de más significado es el que lleva la fecha de nacimiento y el nombre de su hermano. El arte para Santiago lo vale todo y es todo. El arte le dio vida, respaldo y estabilidad económica y emocional.

 

--Santi, ¿Qué consejo le darías al Santiago de hace tres años? —le pregunto:

--¡Relajéese, va muy rápido! --

 

 

 

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